Slay.

A veces idolatramos a las personas que están muy arriba como pudieran ser cantantes, inventores o directivos de empresas que con su visión han logrado cambiar el mundo. Pero para llegar tan arriba, lo que tienen en común todos y cada uno de ellos es el esfuerzo que han puesto para lograrlo.

El pasado miércoles estaba en Barcelona esperando ver a Beyoncé en el Formation World Tour, una gira que anunció a principios de año incluso antes de haber lanzado el disco. Estas cosas solo las puede hacer ella actualmente, y por una sencilla razón: la marca Beyoncé es sinónimo de calidad, y aunque sacara un disco que no terminara de cuajar, tendría la calidad suficiente como para justificar un tour mundial.

Al final resultó que Lemonade, el disco que acompaña a la gira, tiene unas notas muy altas y que incluso Pitchfork le dio un 8,5 de nota. Nada mal para un medio tan exclusivo.

Pero no quiero hablar del concierto ni hacer una crítica del mismo (puedes leer una muy buena aquí en El País), que ya adelanto que fue excelente y que es el mejor espectáculo que he visto. Sino de cómo Beyoncé ha logrado estar tan arriba y básicamente se resume en trabajo, trabajo y esfuerzo.

“I Slay”. Efectivamente, Beyoncé lo peta, lo peta muchísimo como dice ella misma en Formation. Más allá de la figura de una diva, se encuentra una persona meticulosa que se toma en serio su trabajo y que sus clientes, es decir, sus seguidores, es decir, sus fans (aquellos que incluso han pagado 1.200 euros por verla) respeta e intenta darles el mejor producto posible: una actuación perfecta.

Detrás del Formation Tour había cientos de horas de ensayos, de coreografías, de mucho sudor. Aquello no era el espectáculo de una persona, sino de un equipo con una cabeza visible que da coherencia a todo. Lleva en esto desde que era una niña y sabe que con esfuerzo se logra.

Ella además de cantante tiene la empresa Parkwood que gestiona tanto su identidad audiovisual como su sello discográfico, porque ahora la música no se escucha, se ve, se mira e incluso se toca. Y así ha creado una experiencia que va mucho más allá de su voz y de sus discos. Solo tienes que echar un vistazo a su perfil en Instagram para darte cuenta de que Beyoncé no vende su música, vende un personaje del cual conocemos solo lo que ella quiere que conozcamos, crea una experiencia alrededor de ese personaje y sí, la música está ahí, pero es una pieza más del show que monta.

Pero al final, más allá de un espectáculo lleno de filigranas, lo que persiste es la profesionalidad de ese personaje, que es capaz de dejar a todos boquiabiertos con su voz. Una voz trabajada, moldeada para llenar estadios y encandilar a las masas.
Cuando estaba cantando acapella delante de 45.000 personas en el Estadio Olímpico de Barcelona pensé: este es el resultado de un buen trabajo. Y efectivamente: she slays.

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