Faltan 32 minutos para que el piloto comience la maniobra de aterrizaje del vuelo AA94 con dirección a Madrid. Las luces del pasillo se encienden y una azafata me pregunta “¿quiere un café antes de llegar?” . La respuesta ya la conoces. En mi mente se dibuja la palabra colisión. No porque crea que el avión se vaya a estrellar, sino la colisión que voy a tener yo mismo: dos años sin pisar Madrid, con muchas emociones en un tarro de cristal, guardadas al vacío y en conserva.
Hemos puesto nuestra vida, al menos para algunas personas, en “Pause” . Y nos hemos dejado por el camino abrazos que dar y conversaciones que retomar. Algunas pertenecientes a personas con las que antes compartías horas y horas sin parar de hablar y ahora son una línea en WhatsApp. Todo eso debe cambiar.
Por primera vez gran parte de la humanidad ha podido mirar a Internet no con miedo, sino con esperanza y con ojos de oportunidad de poder conectar. Hemos estado todos juntos en esto durante dos años en los que nuestra realidad había sido arrebatada y terminamos construyendo una nueva. Internet como el lugar de estar, y quizás dentro de poco, el lugar de ser. Al menos eso es lo que quieren. Les hablo a mis padres de meta, no de la empresa: del concepto. No lo entienden y no hace falta por ahora. Les hablo a mis amigos de ETHs y NFTs y ellos me devuelven un “para ti un Verdejo como siempre, ¿no?” . Hay cosas que no cambian.
Esta es mi forma de colisionar. De colisionar bien. Volver a Madrid y oler el perfume que mi madre lleva usando toda su vida, probar la tortilla de patatas de mi padre, el chocolate de San Ginés y las croquetas del Labra. Mirar arriba y no a la pantalla brillante del teléfono. Y preguntarle a la cara conocida que has visto a través de Google Meet durante más de un año un “y ahora, ¿a dónde vamos?”.
No hay colisión más bonita que la de un abrazo. Eso es mi concepto de volver a casa.
El avión ha aterrizado.
Con cariño,
– VICTOR ABARCA